lunes, 11 de marzo de 2013

Penitentes y Cucuruchos

Penitentes y Cucuruchos

Por Celso Lara
 

El traje talar utilizado por los cucuruchos en Guatemala tiene una larga trayectoria. Su origen se remonta a los primeros trajes de peregrinos utilizados en Europa, hacia el siglo IX, cuando recorrían los lugares sagrados del centro europeo y, sobre todo, a partir del siglo XI, cuando visitaban los lugares santos en Medio Oriente. Esta indumentaria estaba ligada a la utilizada en conventos y abadías. Otra influencia fue el traje de peregrino establecido por la orden franciscana, a partir del siglo XII. Estos ropajes tuvieron amplísima difusión en toda Europa. En España se volvieron comunes, sobre todo en las peregrinaciones a Santiago en Compostela.

La vestimenta de cucurucho en Guatemala fue traída en el siglo XVI. La primera noticia de los trajes de penitentes es la mención que se hizo en la procesión de Jesús de Candelaria en 1596 en una Crónica del Ayuntamiento. Los hombres iban vestidos con una túnica morada, con una esclavina blanca “al estilo de los penitentes de Santiago de Compostela” y los criollos y nobles iban ataviados como penitentes, “portando cucuruchos negros, túnica y alba negra que les cubría el rostro”. A principios del siglo XVII, Tomás Gage describió los mismos trajes. José Moziño, en 1795, vio la misma vestimenta aunque agregó que durante los días Miércoles y Jueves Santo los trajes eran de color morado, en tanto el Viernes Santo se utilizaban túnicas negras en conmemoración del luto de la muerte de Jesús.
Jacobo Haefkens, en 1860, hizo otra descripción de los trajes de cucuruchos guatemaltecos por lo que se sabe que habían cambiado poco desde el siglo XVI. A principios del siglo XX, Jesús Fernández comentó que entre los penitentes “figuran todas las clases sociales, con la sencilla túnica y el legendario capuz”.

El traje de penitente contaba con un cono llamado cucurucho sobre la cabeza que cubría el rostro, excepto los ojos, por eso fue prohibido en distintas oportunidades desde la época colonial hasta el siglo XIX y, durante las dictaduras del siglo XX, casi desaparecieron. Sin embargo, ha vuelto a resurgir en las procesiones a partir de 1950.
La vestimenta del cucurucho en la actualidad se compone de una túnica morada, para los días de Cuaresma y Semana Santa, o negra, para ser utilizada en las procesiones de Viernes Santo. Lleva una esclavina morada o negra, también llamada paletina, que es una sobrecapilla que se coloca en los hombros, como símbolo de penitencia y deriva directamente de los penitentes del Santiago de Compostela. La esclavina de Jesús de Candelaria, usada el Jueves Santo, es blanca para conmemorar la institución de la Eucaristía y porque en 1597 le fue concedido, por bula papal de Inocencio IV, el privilegio de utilizar dicho color. Para ceñirse la túnica se usa un cíngulo o cinturón morado, blanco o negro según la simbología del día, que recuerda la autoflagelación con el que se castigaba el cuerpo, en tiempos coloniales, y que era también portado por los caminantes de Santiago de Compostela. El traje se completa con un parasol también negro o morado, según el día y la procesión. Algunas variantes son los “cascos romanos”, forrados de tela morada, como en Candelaria.
Muchos trajes de cucuruchos han sufrido variantes y adaptaciones que las hermandades y cofradías le han impuesto según sus gustos y necesidades, como el de San Juan Sacatepéquez.

Además, se estila otra indumentaria, la de los escuadrones de Palestinos que acompañan muchas de las procesiones guatemaltecas, que son hombres vestidos a la usanza de la Jerusalén bíblica. También los escuadrones de romanos que acompañan los cortejos en la capital, Antigua Guatemala y Quetzaltenango. Por último están las vestimentas de los Cruzados del Santo Sepulcro, tanto de la Recolección como de El Calvario, en la capital, quienes sobre una túnica negra utilizan una capa blanca que recuerda a los cruzados del Santo Sepulcro de la Isla de Rodas que lo cuidan desde el siglo XII.
Por todo ello, los trajes de Semana Santa son únicos en América Latina y ha adquirido su propia naturaleza según el proceso histórico y la creatividad de sus mismos portadores y las hermandades y cofradías que le dan vida.

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